Desde lejos, pero no lo suficientemente lejos como para no poder adivinar la tenue luz roja del noveno piso de la torre Magdalena. Carlos sabía que allí estaba Helena, y no precisamente sola. Era en aquellos momentos cuando no podía evitar que se le escaparan algunas lágrimas de tristeza, que bajando por sus mejillas acababan cayendo suavemente al suelo mientras sus ojos no podían dejar de mirar a lo alto del edificio.
De pie, frente a la persiana entreabierta, daba vueltas a su último encuentro con Helena. A esas miradas de complicidad que nunca faltaron desde que se conocieron.
Ella en cambio, al mirar desde su ventana solo veía oscuridad, imposible adivinar el brillo en los ojos de Carlos…. se estaban mirando el uno al otro, pero estaban demasiado lejos para poder verse.