Fue hace mucho tiempo, en otra vida. Me enamoré de una sonrisa. De una mirada. No fue alguien que pasó fugaz delante de mi, estuvo ahí frente a mi muchos días, muchos meses. Al tiempo se alejó, ya no la tenía tan cerca y solo era una sombra en la lejanía. Pero de vez en cuando me la cruzaba por los pasillos. Jamás hablé con ella.
Un día, cuando entendí que no la vería más… la busqué. Quise hacerme el valiente…. pero fue demasiado tarde, aquel día no estaba donde la dejé.
Hoy recordé su largo apellido, su corto nombre. La busqué en internet, ya lo hice alguna vez antes. Solo encontré una cosa. Esta foto que ilustra este post, con esa calidad, ella está en el centro bailando en su luna de miel con los Massai. La foto es del 2005. Es junto al recuerdo, todo lo que me queda de ella.
Ahora recordé que, en mi desesperación, una vez la quise buscar. Como decía, su apellido es poco corriente, un puñado de teléfonos pensé. Y marqué buscándola. No eran más de 5 teléfonos… creí que todos serían familia. Pregunté por ella, varias veces en cada uno, pero no estaba allí.
Hoy la recordé, no como una mala experiencia, si como un curso de aprendizaje. Aprendí una lección, aún me quedan muchas por aprender. Lo que aprendes con sufrimiento, nunca lo olvidas.
Ahora cuando veo a alguien con una bonita sonrisa trato siempre de poner en práctica lo aprendido. A veces lo consigo.